De festejos y perfilamientos.

“Siembra odios y recogerás consulados”

El asesino mayor, el gran genocida, el hombre que hizo trizas la institucionalidad, la justicia y la constitución en su lucha contra la paz y en defensa obcecada de sus narcoprivilegios, señala ante sus secuaces sus próximos objetivos, traza el cauce de los ríos de sangre y dolor.

Se inventan, como hacen siempre, un eufemismo, ahora llaman «perfilamiento» a algo que no es otra cosa que una sentencia de muerte, una condena al ostracismo, un acallamiento criminal. En sus madrigueras los acólitos de su culto de muerte cargan sus pistolas y afilan sus navajas.

Después de dos años del retorno al poder del Uribismo perdimos todo lo que se pudo haber ganado desde la constitución del 91, hoy, sin embargo y pese a los señalamientos desde la caverna pestilente y sangrienta de la ultraderecha que hoy nos gobierna, la Corte Suprema de Justicia envió a prisión preventiva a la cabeza mayor de la hidra.

El uribismo lo ha corrompido todo, se apoderaron y torcieron lo poco que quedaba de decencia en este amargo y sangriento lodazal en que han convertido la patria, esa misma que dicen defender pero que ultrajan y mancillan y torturan con cada asesinato selectivo que inspiran. Tocamos fondo, la guerra regresó, volvieron con la fuerza de un sangriento huracán los crímenes de líderes sociales, de jóvenes inermes, de opositores y reinsertados.

Extrañamente luego de que en un abusivo comunicado desde la prisión domiciliaria más extensa del universo el fatídico demente acusara a la Corte de generar una decisión política en su contra, pese a la enorme cantidad de pruebas que soportan el dilatado documento de más de 1500 páginas que justifica su detención, y después de  apostrofar a los jóvenes, que ya no le creen, de ser miembros de las FARC “casualmente” han empezado a registrarse masacres de muchachos en la última semana: Dos adolescentes que iban a entregar sus tareas en el límite entre el Cauca y Nariño, cinco jóvenes que iban a elevar cometas en una zona marginada de Cali y  nueve muchachos que departían en una finca en Samaniego.

Y entonces, ante el descalabro que significa para ellos la detención de Álvaro Uribe Vélez, sale el presidente a manifestar su solidaridad con el detenido y a desconocer el fallo de la Corte Suprema de Justicia. No contentos con eso apelan a un personaje de un atroz gobierno aliado. Para Mike Pence, un halcón que cree ser delegatario del divino poder de tomar siempre decisiones acertadas a nombre de toda la humanidad, Uribe es un héroe. El héroe, el individuo que logra sus cometidos no importa los ardides que emplee, las talanqueras éticas que se salte, el costo en vidas de sus pretensiones y que se arroga la interlocución de una masa informe que sólo sirve para seguirlo sin chistar, el superhéroe, el caudillo, esa es la imagen que caracteriza el individualismo a ultranza e irresponsable del emprendedor, del conquistador, del depredador. Uribe es un héroe para ellos, un Superman sangriento para quien los fines justifican los medios, un déspota asesino investido de buenas intenciones.

En esa misma dialéctica sus crímenes son males necesarios, simples efectos colaterales de su genio, la noble expresión de su humanidad, no somos perfectos, creen, pero buscamos el bien de todos. Ese slogan acalla cualquier cuestionamiento ético, los hace inmunes a la crítica, los rodea con un halo de impunidad. Los desplazados, los despojados, los desaparecidos, los asesinados, los falsos positivos, las masacres con sentido social, los muertos necesarios y aplazados son sólo consecuencias adversas de su lucha por el Bien.

Ellos son la caballería del mundo, los que mantienen y hacen perdurar el orden del neoliberalismo. Las cosas deben ser así porque eso es lo normal y lo justo, es el derecho del depredador a depredar, del explotador a explotar, del rico a medrar y a disfrutar por encima de la desigualdad, el hambre, el acceso limitado a la educación, la salud de segunda…

No hemos perdido la capacidad de sorprendernos, el gobierno y los políticos de su redil son prolíficos en generar actos de tan infames alcances que, pese a vivir en el país más corrupto, violento y desigual del mundo, país que han destruido sistemáticamente, aún nos sorprenden.

Un partido que tiene como lugarteniente al primo del capo y cerebro de una de las organizaciones criminales más infames de nuestra historia, el partido de los parapolíticos, de los «buenos muchachos» encarcelados, del despojo y robo de tierras, de los asesinatos selectivos consuetudinarios, del boato indignante de los traquetos, el que prometió hacer trizas la paz… ¿Cómo no sorprenderse de que hayan encontrado meritorio nombrar al hijo de otro asesino en la dirección de un área encargada precisamente del cuidado y resarcimiento de las víctimas?, ¿Cómo sorprendernos de que hayan nombrado presidenta de consejo nacional de paz a una de las más declaradas enemigas del proceso de paz, la senadora Paloma Valencia? ¿Cómo no esperar de ellos que hayan buscado por todos los medios imponer su voluntad por encima de la ley que con múltiples pruebas condenó a sus fichas corruptas y asesinas?

La decisión de la Corte Constitucional de ordenar la revisión en segunda instancia del ladrón de AIS es un triunfo de la injusticia, de la impunidad y de la truculencia, de las maniobras oscuras, de la elusión de la responsabilidad, de la corrupción desenfrenada, la inequidad y el favorecimiento a los que han sustentado su fortuna y su haber en el despojo y el asalto al presupuesto.

Con esa justicia venal y prostituida, el último vestigio de majestad y dignidad se perdió en el galimatías deshonroso e infame del fallo a favor de la impunidad de Arias. Y todavía dicen que no hemos tocado fondo, pero en el fondo de esta cenagosa y profunda charca de sangre en que el Uribismo ha convertido al país estamos desde hace dos años y lo estaremos por los siguientes dos años y quién sabe por cuánto tiempo más si es que las fuerzas que se oponen a este nefasto y criminal régimen no se unen, no superan el lenguaje agresivo y difamatorio y logran afianzar una unión enriquecida precisamente por sus discrepancias. Seguimos siendo la patria boba, donde los apetitos personales se ponen por encima del interés general y mientras tanto, en la sombra, el pérfido sonríe y urde las bases de su próxima manipulación, su próxima mentira, ya empezó a hablar de un tal “neochavismo”, otra vez vuelven a traer a colación la triste situación de nuestra hermana Venezuela producto tanto del bloqueo canalla de la gran metrópoli como de la cuestionada forma de gobernar de sus líderes y la pusilanimidad y fragmentación de la oposición.

Hace dos años muchos colombianos se dejaron acobardar por las mentiras de quienes han llevado el país a ser uno de los más violentos, inequitativos y corruptos del mundo, una nación cainita con sus pueblos hermanos de América, un país Judas que reniega de su historia. Ahora intentan acusar a «la paz de Santos»: No se cansan de mentir, de envenenar, de desinformar. Omiten que la violencia que nos agobia es el producto del desmonte de esa paz tan difícilmente lograda, tan vilipendiada y rechazada por Iván Duque y el retorno de la seguridad democrática de Álvaro Uribe Vélez.  No, esa no es la paz de Santos, esa es la guerra del Centro Democrático, es el «hacer trizas la paz» de Fernando Londoño, es el retorno del paramilitarismo, la consecuencia de haber subido a la presidencia a un sujeto presuntamente financiado con dineros de dudosa procedencia.  

Ni Iván Duque, ni Álvaro Uribe Vélez, ni, en general, el Centro Democrático son muy creativos, el creativo está confinado porque su propia creatividad le dio un culatazo. Esperemos la consabida declaración en el sentido de que ninguna de las jóvenes víctimas estaba recogiendo café…

Y no se sorprendan si el candidato ideal del uribismo para el 2022 es Andrés Felipe Arias, cumple con los más exigentes requisitos: Sabe robar para otros, sabe eludir la justicia, sabe posar de inocente o de víctima o de conciliador, o de las tres cosas a la vez, miente sin reato, es un lobo con piel de oveja.

Colombia mira desde las ruinas de su institucionalidad, desde las oquedades de su Estado carcomido por la corrupción, el «triunfo» y el festejo obsceno y la algarabía beoda del traquetoparamilitarismo, del narcouribismo. El uribismo es la más nefasta adicción: Afecta con predilección a sujetos ya entrados en años con exacerbado individualismo, que confunden emprendimiento con depredación, convivencia con sujeción, derecho con privilegio, garantía con abuso, pero asesina predominantemente jóvenes

Una sociedad que asesina a sus jóvenes y en vez de cuidarlos y ofrecerles oportunidades los acribilla es una sociedad fallida. Un gobierno que dice trabajar por el futuro de todos y sale todos los días a declarar su «profundo dolor» por las diarias masacres es hipócrita y cínico. El gran orquestador, el “presidente de todos los colombianos” se rasga las vestiduras y pone a los asesinos a investigar sus propios crímenes. No hay dolor, no hay solidaridad ni preocupación, sólo hipocresía y cinismo. Colombia sangra, Iván Duque pasará a la historia como el infame reactivador de la guerra.

No faltan quienes sugieren que los crímenes de los últimos días, así como el asesinato recurrente de líderes sociales, reinsertados, las amenazas de muerte a opositores, la difamación y la compra de testigos como estrategia del asesinato moral que precede a la eliminación física del que discrepa, son políticas de Estado, no tiene nada de raro, ya ha pasado, sucedió durante el gobierno nefasto de Álvaro Uribe Vélez, pero hay una hipótesis más preocupante aún y es que el país se le salió de las manos al vil presentador que hace las veces de gobernante. Que esta sangrienta ordalía probaría que el gobierno ya no ejerce control alguno sobre sus huestes asesinas, las águilas verdes que en la noche son negras.

Ya estamos acostumbrados a que con cada muerte aplazada, cada masacre con sentido social salga el presidente a manifestar su profundo dolor y su sentimiento de solidaridad con las familias de las víctimas, a anunciar investigaciones exhaustivas que llegarán al fondo de los hechos y develarán a los asesinos que se ocultan, organiza misas pasando por alto que las normas de convivencia en la pandemia prohíben ese tipo de eventos, se salta los protocolos sólo para montar una dramatización inane de falso dolor, de postiza preocupación por el asesinato repetitivo de jóvenes, una misa hipócrita que riñe con el postulado constitucional del Estado Laico y de paso viola el aislamiento y distanciamiento social.

Para los jóvenes no hay “gobierno nacional”, tampoco lo hay para los indígenas, ni para los líderes sociales, ni los reinsertados, para el campesinado pobre que perdió sus tierras y fue desplazado por la violencia de los esbirros de los señores feudales. Los únicos actos documentados del desgobierno Duque a favor de los adolescentes y los niños ha sido la repartición de bombombunes y sus repetidas declaraciones de profundo dolor.

La gente no sabe qué hacer, proponen velatones, cacerolazos, pero ¿Honestamente creen que a ellos les importan los cacerolazos y las velatones? ¿Diluir nuestra indignación en actos simbólicos que sólo adquieren significado para los que participamos será realmente útil? Creo que es ya hora de marchar, de expresar nuestro estupor de otra manera.

La Patria de los asesinos se parece al dios de la Inquisición, es una abstracción excluyente, discriminatoria, intolerante, un pretexto para allanar las diferencias mediante la eliminación del contradictor, un intento de justificar su sed de sangre y mantener sus privilegios.

En Colombia el riesgo no es solamente por ser opositor, crítico del establecimiento, reinsertado, líder social, indígena, humilde labriego minifundista, jornalero, trabajador informal, contratista por OPS, niño, mujer, joven, anciano. En Colombia el riesgo es no ser «gente bien».

El rancho ardiendo y unos midiendo sus palabras, generando barreras, marchitando incipientes brotes de diálogo: Es la hora de buscar con denuedo un gran acuerdo nacional. No más etiquetas, no más vituperios. Atendamos el clamor generoso de quienes proponen la unidad que respeta y se nutre de las diferencias, que busca canales para el diálogo fecundo en el entendido de que la unión hace la fuerza.

La tarea, difícil pero no imposible si se hace con sentido patriótico, es crear líneas de diálogo con los que se oponen a este catastrófico estado de cosas, romper talanqueras y resueltamente avanzar hacia un gran acuerdo nacional, es deslindarse de Uribe y todos sus secuaces.

Qué hacer para contener esta masacre diaria, esta hemorragia continua y abyecta, este despojo de los fondos públicos, este absurdo desconocimiento de derechos: Crear lazos, que nuestras diferencias sean nexo y nuestra mayor riqueza. Una sola voz, un solo grito, una sola acción.

CARLOS FAJARDO MD.

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