CRONICA ROJA

José Miguel Parra Castañeda

«MUJER CELOSA SE MATA JUNTO CON SUS DOS HIJITOS». Era el título del periódico en primera plana, junto con unas fotos Dantescas a todo color que se encontraban acompañando el aviso. En su interior y con una redacción detestable se «informaba» al lector, que la señora al enterarse de que su marido (un policía), tenía una amante. Ciega de celos les había dado muerte a sus 2 hijos de 7 y 8 años y a su vez se había matado con un raticida.

En un periódico que basaba su circulación entre las perversiones sexuales y los crímenes abominables o ambos (si era posible mezclarlos mucho mejor), era natural que apareciera una información de esa clase, era lo que se vendía. Tenía lectores cautivos (¿o mas bien ávidos?) en ese tema, la falta de una cultura sólida en muchos colombianos, más una falsa idea de libertad de prensa, con reporteros igualmente incultos que daban rienda suelta a su imaginación enfermiza, facilitaban y animaban la difusión de este tipo de periódicos, en que, lo que menos importaba era la verdad. En esta noticia en especial yo había sido testigo que lo relatado en el periódico estaba muy lejos de ser la verdad, pero el drama de la pobreza a lo mejor no vendía tanto.

Era el último año de estudio de Medicina y ocasionalmente cubría en una comisaría de policía a mi compañero calavera que había decidido casarse cuando apenas cursábamos tercer semestre. Había conseguido ese puesto para poder ayudarse económicamente, en él se hacían reconocimientos legales, incluidos los levantamientos de cadáver. Pero había oportunidades en que los turnos se cruzaban con los que teníamos obligación de hacer en el hospital, entonces yo tomaba su lugar, como ocurrió aquella noche de sábado. El turno prometía ser aburridor. Uno de los primeros problemas que tuve que afrontar, era el frío. Algunos funcionarios estaban equipados hasta con ruanas, pero yo, como era el «doctor», no podía darme ese lujo. Había escogido una «pinta» deportiva, con camiseta corta y un suéter de lana al que le podía adivinar los poros que tenía, por los sitios donde sentía entrar los aguijonazos del frío.

Fuera de algunos reconocimientos menores, como evaluar algunos moretones a una señora que le propinó su marido, al llegar pasado de copas o a un par de borrachos que les había dado por zanjar una discusión a trompadas, no se había presentado nada más Hacia las 11 de la noche nos llamaron para hacer unos levantamientos en una humilde casa, donde habían encontrado unos cadáveres, así que nos dirigimos al sitio.

Allí encontramos la escena. En la cama, cubiertos con las cobijas como si estuvieran durmiendo, se encontraban dos niños famélicos, muertos. Por las comisuras de sus bocas asomaban unos hilos de sangre, ya secos. A un lado de un escritorio viejo y caída del asiento había una mujer también muerta, se encontraba en una posición como si hubiera estado escribiendo hasta el último momento, a su lado se encontraban unas hojas de cuaderno que nadie tomó en cuenta, al hacer los reconocimientos. Decidí guardarlas, posteriormente las pude leer, su trascripción textual es esta:

«Diosito lindo, la virgen de Chiquinquirá y el divino niño me tienen que perdonar el pecado tan grande que estoy cometiendo, pero ellos tienen que comprender que todo tiene un limite y ya uno no ve que mas hacer, viendo a mis pobres chiniticos muriendose de hambre y una en las mesmas aguantando y ya sin alientos para poder hacer algo. Si doña Eduvigis se pegó una embejucada de los demonios cuando le llevé la última vez la ropita que me había dado para lavar y planchar y viendo que estaba arrugada y alguna tiznada, ni me la pagó y me dijo que no me volviera aparecer por alli, pero como le hacia si no tenia animos para restregarla bien y mucho menos soplar bien la plancha de carbon, es que con hambre y una se pone a soplar y se le duerme la boca y le agarra una tembladera tan rara, a malaya las epocas en que era la muchacha de los Patiño ai si era la fiera pa lavar, planchar y hacer la comida y todos tan contentos, ai fue que conoci al Cupertino una vez que venia con unas criollas para el ajiaco, cuando veo a un tombo que me comienza a molestar que pa donde va una china tan pispa y cargando todo eso que pa que son los caballeros y me trajo el canasto y en después: Que cuando nos vemos que porqué no saliamos el domingo y asi fue que comenzaron los paseos al parque nacional y las idas a cine y dele con la retajila que pa que trabajaba que me fuera con el y yo le cogi la caña y me retire de donde doña Rosarito, tan buena papa que era y asi fue que nos arrejuntamos, pues uno de probe no tiene pa casorio, conque?

Pero yo muriendome y contando una telenovela de esas que dan por ese aparato de los demonios que es el causante de mis desgracias o a lo mejor ni no, puede que sea la desgracia de haber sido probe y seguir toda la berrionda vida asi, Ay DIVINO NIÑO perdoneme sumerce por decir malas palabras pero como una habla asi.

El Cupertino se consiguio este lote y hay de a pocos lo fue levantando con los amigos de la estacion. Eso se venian los fines de semana y fueron poniendo las paredes y haciendo la cocina y los cuartos, y ai mal que bien la ibamos pasando, teniamos aunque fuera pala aguepanela y yo que comienzo a echar barriga y comenza el calvario porque me inche y corra pal puesto de salud y que tome remedios y luego pal hospital, los ultimos tres meses me la pase alli ,que estuve tan mal, pero pudimos salir adelante por la carida de los compañeros del Cupertino que le daban algo para ayudar y salgo de ese chino y otra ves hechando barriga y otra ves la burra al trigo o mas bien al hospital, esa vez me sentí que havia ido al otro mundo y volvi, los dotores me hicieron la carida de ligarme pa no tener mas chinos.

Esos fueron tiempos duros pero ay salimos, este relato esta largo y ya estoy mala acabo de tener un arrojo de sangre y me esta agarrando un desbanecimiento que ya no puedo ni ber bien, acortando.

ay medio nos recuperamos, los chinos creciendo y cuando ya caminaban yo que consigo unas ropitas pa lavar con eso ayudaba en algo, pero la plata no alcansa pa nada, y menos cuando el cupertino me salió pendejo, yo veia que sus compañeros sacaban guenos centavitos en los turno. Seguro sacaban buenas tajadas a la gente pa no echarlas a la guandoca, pero al Cupertino no lo dejaban ni salir de la estación y habia que pagar los intereses de una plata que le prestaron al Cupertino cuando me enferme y eso uno nunca acababa de pagar todos los meses.

Saque de donde no habia pa pagar intereses y un dia fue cuando la acabo de embarrar el Cupertino, le dio porque todos tenian televisor y que se burlaban del, que porque no tenia eso y va y se embarca en un televisor grandote y caro ay si no habia manera que alcansara la plata pa nada ya ni comiamos por pagar ese aparato de los diablos y los chiniticos berriando y enfermos, eso andaban con churrias todo el tiempo y fiebre y que remedios le podiamos dar si no habia ni pa comer, ya ni a la escuela iban porque no tenian ropa ni zapatos ni alientos, y yo viendolos con los uesitos forraos, con sus grandes ojos saltones y sus pestañas largas y llenas de pichas que me miraban con una tristeza y ni esperansas que esto se arreglara, asi fue que tome la desicion, me fui para la tienda y le dije a don Rito que me fiara algo que fuera bien bueno para matar unos ratones que me tenian fregada y me lo dio, entonces prepare una aguepanela y le eche el remedio, pobrecitos mis angelitos con el hambre que tenian se la pasaron de un sorbo y al rato con unos retorcijones de estogamo y las churrias se les volvieron negras y arrojo de sangre, los tuve que levantar de la letrina, porque quedaron como unas madejas  y los acoste diciendoles que seguro que como no habian comido bien les sento mal la aguepanela, al ratico se quedaron quietos y yo que me sampo el resto y con esta carta quiero dejar costan..»

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