LA MARCHA

“Compañeros quiero informarles que, al igual que muchos, me contagié en la marcha… de fuerza, valentía, honor y dignidad.”

Un caminante cualquiera

“Yo, dueño de privilegios, protesto contra quienes protestan por sus derechos. Yo, persona de bien, protesto contra los bloqueos, el desorden, el caos, los gritos de los mechudos mariguaneros, sus marchas multicolores, abigarradas, masivas. Yo, gente bien, protesto contra su violencia paleolítica y exijo que se controle a esa horda innumerable con todo el arsenal necesario para reprimir, para que sigan callados viviendo en sus minúsculos espacios y sórdidas guaridas y no me afeen la ciudad, los parques, las vías por donde transito con mis autos.

Yo, buen muchacho, manifiesto mi abierto apoyo a los organismos que protegen mis intereses, que combaten la horda al riesgo de manchar sus uniformes con sangre de parias.”

Otro caminante de blanco

Apenas comenzadas las protestas, por allá el 28 de abril de 2021, ante la feroz campaña de señalamiento que dio comienzo por esa época en la que se acusaba a los marchantes de todo, hasta del recrudecimiento de la pandemia, se iniciaba, sin suficiente respaldo científico una campaña de intimidación para tratar de evitarse la molestia de tener miles y miles de colombianos  protestando en las calles por las medidas que este gobierno venía tomando en materia legislativa, aupando reformas regresivas en todos los aspectos imaginables: Tributaria, Salud, Pensiones, régimen laboral, escribí este artículo, luego de participar en la primera marcha que se llevó a cabo por esa época.

Muchas marchas más se han realizado desde entonces siempre en contra de este gobierno tan cuestionado en sus orígenes por la presunta financiación con dineros calientes y algunas evidencias de fraude en la Registraduría, además de los rescoldos de una campaña de desinformación agresiva, como siempre han sido las campañas de la ultraderecha, en la que se buscó, como siempre lo hacen, asustar a la gente con el coco de una ficción del culebrero mayor, el tal “castro-chavismo” y la perspectiva de que si no llegaban al poder los mismos corruptos con sus mismas triquiñuelas íbamos a volvernos como Venezuela.

Hoy, después de casi tres meses de sucesivas protestas, de miles de detenidos, centenares de desaparecidos y decenas de muertos, se repite el cuadro de intimidación, señalamiento al que siempre ha recurrido el nefasto gobierno de Iván Duque. Luego de tomarle del pelo a los representantes de las organizaciones que intentaron conformarse en un Comité de Paro para tratar de interlocutar con este gobierno arrogante, indolente y retrechero, ante la conmemoración del histórico 20 de julio, día de la independencia, se hizo un llamado por redes sociales a marchar, llamado al que el gobierno respondió con calumnias, tratando a los muchachos de la llamada primera línea de terroristas, de estar infiltrados por la guerrilla, de portar armas y de urdir acciones vandálicas en contra de los bienes del estado y de los particulares, se hicieron operativos durante los cuales allanaron abusivamente las residencias de algunos de ellos para inculparlos de poseer elementos de protección personal como gafas industriales, mascarillas, cascos, algunos escudos de cartón y de madera con consignas alusivas a los motivos del paro y detener a algunos de ellos para conducirlos a sitios desconocidos donde probablemente los estén torturando, para forzarlos a firmar confesiones espurias y/o desaparecerlos.

Por eso retomo este artículo, pues su contenido hace un recuento de los que han sido estas marchas desde la perspectiva de un médico que ha hecho presencia en muchas de ellas, que ha visto con sus propios ojos el carácter pacífico de las mismas y las acciones comando que sujetos de civil han hecho en algunas pocas de ellas para deslegitimarlas y atraer y justificar la acción violenta represiva de fuerzas policiales.

Hoy, a unas pocas horas de 20 de Julio, la administración de Bogotá en consonancia con el gobierno nacional ha determinado militarizar las calles dizque para proteger y garantizar el derecho a la protesta. No podemos olvidar la frase de una lamentable representante del partico de gobierno quien sin el menos reato ni rubor decía hace unos meses que “el ejército nacional es una fuerza letal que entra a matar”

Militarizar la ciudad en un día de protestas es una provocación, un acto intimidatorio. Al mismo tiempo el Ejército decidió no realizar el lánguido desfile que se realiza tradicionalmente en esa fecha, para poner toda su atención en la represión de la protesta social. No tendremos desfile, pero probablemente tendremos una masacre peor que la de las bananeras, que la del pasado 9 al 21 de septiembre de 2020 luego del asesinato por efectivos policiales del abogado Javier Ordoñez.

En fin, este artículo está dedicado a esos jóvenes que han sido protagonistas de estas protestas, pero también las principales víctimas del abuso policial y de la indolencia gubernamental, aquellos de los que difaman con su repetida fórmula de atribuirles epítetos de terroristas.

ooooooo

Les cayó de perlas la pandemia, les ha sido de utilidad para todo: Ahondar el despojo, justificar el asalto al presupuesto, proponer contrarreformas regresivas y canallas y ahora intentar acallar la protesta social, ¡que virus más útil!

Aplazar la protesta, acallar los reclamos…

Ya vendrán tiempos más oportunos, ya sobrevendrán tiempos mejores, cuando no haya riesgo de contagiarse y morir o hacer morir a los seres queridos. Eso mejor quédense en casa, esas marchas no sirven para nada, la protesta no conduce a nada cuando se realiza frente a un gobierno sordo, indolente, manipulador, embustero que se va a emplear a fondo para desvirtuar a protesta, diezmarla ante la misma opinión pública, vandalizarla y dejarla morir con su silencio y el miedo que generará la represión violenta de la misma.

Acallar los reclamos, aplazar la protesta….

El peligro, afirman, es contagiarse en la vía. Lo irresponsable es salir a marchar en medio de tanta gente enardecida, junta, indignada, iracunda. Los aerosoles, sí, los aerosoles que se expelen al aullar una consigna, al liberar un grito de protesta, al cantar un estribillo, al repetir un slogan, podrían fácilmente atravesar las precarias barreras y permitir el arribo del virus a nuestros pulmones. Eso puede ser cierto aun cuando la actividad se realice en un espacio abierto, a distancias prudentes entre las personas, insisten. Pero nada dicen de las aglomeraciones consuetudinarias de humildes trabajadores en Transmilenio para acudir a sus infectos sitios de labor, nada dicen de esos sitios infectos, mal ventilados, peor iluminados donde muchos trabajan.

Aplazar la protesta mientras los viles urden más perversos entramados en contra de los trabajadores con demagógicos llamados a la solidaridad.

Acallar los reclamos de un pueblo sobreexplotado, mientras se llenan los bolsillos con el presupuesto de todos y campea la corrupción…

La crisis

Muchas cosas se han venido sumando, se han venido acumulando como una miríada de molestos insectos picadores y chupasangre, en las cabezas de los colombianos: La degradación de las condiciones de empleo, la pérdida de valor del trabajo, la precarización de la vida, el corto alcance de los sueños, las pobres perspectivas que se le ofrecen a los jóvenes que ansían vivir, que desean organizar su vida, que quieren volar, pero tienen que conformarse con menos que unos patéticos saltos de gorrión.

Las limitaciones para acceder a una buena educación, las barreras de acceso para obtener una buena atención en salud, las dificultades para conseguir alimento y vestido y un techo para sus familias, ese trabajar y trabajar y trabajar sin otro beneficio que amaneceres grises embutidos en unas estaciones aglomeradas, para poder subirse a un bus donde no se guardan distancias, ni ventilación, donde muchos acuden enfermos porque  no lo saben o porque las mismas condiciones impuestas por las EPS no les permiten aislarse so pena de perder el precario empleo que tienen, todas esas cosas van generando un peso que se siente en las cervices inclinadas de los miles de jóvenes que madrugan a laborar.

Pero hoy no fue así, el señor ese de pelo ensortijado, precozmente canoso, de rasgos mofletudos y de hablar pausado, que tiene un programa de televisión todos los días, habló de la importancia de aprobar una reforma tributaria, la tercera en sus tres años de gobierno, con la cual se sostendrían los subsidios (¿Cuáles subsidios?) y las ayudas (¿Cuáles ayudas?) que el Estado le brinda a la población vulnerable. Dijo muchas cosas, pero especialmente hablo de que iban a ponernos a pagar más impuestos, que le iban a subir a los alimentos el 19%, que nos iban a cobrar un 19% más por morirnos y todos eso a cambio de $43.000, oo pesos mensuales y entonces la gente explotó.

Dijeron que estábamos en crisis y que la crisis era por culpa de la Pandemia, que habían tenido que incurrir en muchos gastos, a propósito, no muy claros, como los de la adquisición de vacunas quien sabe a qué precio, los ventiladores, los medicamentos, los pagos a los médicos… pero hay muchos a los que no les han pagado y eso no es de ahora.

Dijeron que si no se aprobaba esa reforma el país se iba a paralizar en tres semanas, vaya susto, como si no llevara un año largo paralizado por el maldito virus. Y entonces la gente empezó a juntar hilos, ya saben, la gente de todas maneras conversa, hay muchas cosas que se dicen  al comienzo en voz baja, pero después de tanto oírlas se empiezan a escuchar en todas las conversaciones, desde las ocasionales del trabajo hasta convertirse en tema de charla en la casa y es entonces cuando comienza uno a sentir que hay algo que no está bien, como un hervor dentro del pecho, que no es la misma ansiedad del día a día, es una sensación diferente, como si algo empezara a ebullir y uno se va dando cuenta que no es otra cosa que indignación,  que nos vieron la cara de pendejos, que nos la tienen montada y que nos quieren volver a tumbar.

Y entonces escucha uno a los eruditos que dicen que la actual crisis no es consecuencia del virus. Que el virus ha sido el acelerante de una degradación que se venía produciendo a cuenta gotas, el catalizador inesperado que permitió que en sólo un año largo sufriéramos los efectos de las políticas equivocadas e infames del partido de gobierno, el mismo que subió al poder prometiendo más trabajo y menos impuestos, mejores condiciones de vida para todos, desarrollo de la agenda de paz y progreso, pero que hasta el momento sólo ha demostrado su propulsión a la corrupción, la expoliación y el asalto al presupuesto

Irresponsabilidad

Y después de todo esto, de todo este relato de engaño y manipulación, de todo un discurso dulzón plagado de promesas y de embustes nos vienen a decir que seríamos irresponsables si salimos a marchar.

Irresponsables seríamos más bien si nos callamos mientras ellos hacen de las suyas y aprueban nuevas normas cada vez más lesivas para la mayoría de los colombianos, mientras protegen descaradamente los privilegios mál habidos de los más poderosos.

Irresponsables realmente son esos que avalan y permiten que millones se expongan a diario en aglomeraciones en paraderos y vehículos atestados solo para llegar a laborar en sitios insalubres y en condiciones infrahumanas.

Irresponsables los que manipulan la información a su conveniencia. Y nos meten miedo con el contagio pese a que portemos tapabocas, mantengamos la distancia y evitemos el contacto estrecho mientas deambulamos en un espacio abierto, la mismísima calle. Y no es que no les sirva el tapabocas ni el lavado de manos ni el distanciamiento social ni el caminar al aire libre. Lo que no les sirve es la protesta.

Irresponsables los que pretenden ahondar el concepto de salud como mercancía a través de una reforma inicua que entrega la rectoría a las infames EPS y culpa de todo al usuario.

Irresponsables los que incrementan la inequidad y los privilegios y recargan los deberes en las clases menos favorecidas y asfixian las PYMES, justamente las principales empleadoras del país para favorecer, como siempre, a los grandes empresarios.

Irresponsable esconderse debajo de la cama mientras acaban de descuadernar y robarse el país

Irresponsable no haber garantizado un suministro constante y abundante de vacunas para inmunizar a la población y prevenir esta catástrofe que se lleva más de 500 colombianos a diario.

Creencias extremistas

Y entonces, al fragor de la discusión, cuando ya se dan cuenta que la protesta se viene, que es inevitable, empiezan a utilizar expresiones que la desvirtúan. La voz prudente y pausada que advierte sobre el peligro de llegar a los extremos, de romper los canales del diálogo (Los mismos que, a propósito, han estado cerrados durante todo el tiempo). Entonces empiezan a hablar de influencias nefastas, brisas bolivarianas, efluvios del foro de San Pablo, creencias extremistas, castrochavismo puro y duro, neochavismo, neocomunismo y empieza a circular por ahí una idea, “Revolución Molecular Disipada” la llaman, una teoría conspirativa de un fascista chileno, Alexis López, cuya autoridad nadie le reconoce y es rey de burlas en escenarios académicos.

Sólo falta un paso, ya se siente, se aproxima el momento, llegamos al improperio, al final todo se reduce a eso. Ese otro, el que protesta, el que reclama, pese a la justicia de su requerimiento, la veracidad de su queja, la apabullante realidad de su dolor, se convierte en un antisocial, un extremista, un vándalo, un «castrochavista». Ya no valen las razones, se invalida el argumento con un calificativo. El denuesto ahorra la reflexión, pues esta surge del sosiego, aquél de la ira. Nada justifica el calificativo ni el vituperio, tampoco soluciona nada, el problema sigue ahí, esperando solución.

Los médicos, dice una colega, estamos trabajando sin descanso, intentamos salvar vidas como la suya, no es justo que salga a exponerla de esa forma.  Pero no se preocupen colegas, mientras unos de nosotros salvan vidas, otros intentaremos salvar al país. Hay gente para todo, lo importante es hacer algo por los demás.

Los obstáculos finales

Pretenden haber hallado la excusa perfecta. Porque lo de ellos es eso. Incapaces de argumentar o proponer en positivo, el gobierno hace uso de excusas y pretextos. Aupados en la connivencia de los otrora «grandes» medios y la algarabía irracional de su bodega y aplicando a ultranza el «principio» calumniad, calumniad que de la calumnia algo queda, sueltan frases como la de que las vacunas no van a llegar por culpa de las marchas, que la enfermedad se va a expandir como fruto de las mismas y, por último, pondrán a alguno de sus alfiles a pregonar que la culpa es de la oposición, de las disidencias, del ELN. Ya lo están diciendo, el impresentable exalcalde de Medellín, la copia ñera del profesor, el señor «Fico» ya lo dijo y lo repetirá hasta el cansancio como una letanía…Encontrarán culpables hasta en la sopa: Ellos, los expertos en culpabilizar a otros, en buscar responsables en todas partes menos en donde hubieran podido hallarlos: El espejo.

Entonces aparece una fórmula salvadora, unas horas antes de la hora cero para el inicio del paro nacional surge una gris funcionaria judicial con una decisión controvertible y claramente inconstitucional, tomando como caballo de batalla una tutela vieja sobre el derecho a participar en la protesta decide prohibir las marchas. Su decisión nos coge a todos por sorpresa, pero no nos detiene, el tsunami ya partió y nada ni nadie puede detenerlo.

Si la tal justicia arrodilla al pueblo, el pueblo, origen genuino de toda autoridad, puede relevarla. Una apresurada y controvertible decisión de un tribunal no puede acallar la justa protesta del pueblo colombiano. ¡A parar para avanzar, viva el paro nacional!

La apresurada decisión de un tribunal cuestiona la preeminencia de los derechos sociales, viola flagrantemente un derecho social fundamental de millones de colombianos en prevención de una presunta violación de derechos individuales de unos sujetos anónimos. Otro truquito infame

Lo que esos pirómanos quieren es un estallido social, creen en su arrogancia miope y su cinismo hirsuto que sobrevivirán a un evento de esa naturaleza desde sus cómodas posesiones mal habidas en Miami. Creen que son inmunes a la furia del toro manso.

Por el otro lado, en medio de tantos cantos de sirena, los promotores del cambio se destrozan entre sí. Con una ferocidad impresionante se dedican a su hobbie preferido: La antropofagia. No hay peor cuña que la del mismo palo, ahí no valen historias conjuntas, afinidades, amistades, parentescos, los que tienen el deber histórico de acercarse, allanar diferencias, afinar y aunar sus propuestas, convierten la discrepancia no en el escenario fecundo del diálogo y la discusión creativa y propositiva, sino en un amargo tinglado de improperios.

El infantilismo y la candidez de quienes deberían ser la verdadera alternativa facilita la labor de quienes abogan por el ahondamiento de la segregación y los privilegios. Mientras aquellos gestionan sus diferencias priorizando sus conveniencias y sus intereses, éstos se dedican a desbaratar a su par, a desmantelar a su afín, a desguazar a aquél con quien comparten mucho más de lo que se pueden imaginar.

No hay peleas más amargas, más odiosas, más feroces y brutales que las de hermanos. Abyecto y amargo panorama que promueve la discordia, la desunión y debilita cuando, precisamente, habría lugar para un renacer de la esperanza. ¿Seremos capaces de tratarnos con respeto? ¿Seremos capaces de reconocernos como fragmentos articulables e indispensables de un sueño?

Perdonémonos hermanos, démonos las manos y bajémosle el tono a la discordia, seamos capaces de excusar nuestras pequeñas diferencias y enfilemos la fuerza de nuestra común inteligencia, nuestra experiencia compartida y nuestro racional argumento en el verdadero enemigo. Basta ya de peleas conyugales, tomémonos ese tinto que tenemos pendiente, démonos ese abrazo que espera desde hace más de un año y avancemos.

Declaración final

Dicho lo anterior, expuesto de esa forma debo declarar que, tal como lo he hecho durante este largo, luctuoso y peligroso año confío en las medidas que han demostrado ser efectivas para prevenir el contagio: Tapabocas, distanciamiento, lavado de manos. El virus nos enseñó a ser prudentes, pero no nos exime de opinar, protestar y hacer notar nuestro rechazo a las acciones que otros, desde sus cómodos despachos, por zoom o por meet, intentan implementar para beneficio de tan pocos como son muchos los que con su silencio avalan sus infamias.

Yo marcharé, vestiré mi apolillada sudadera y mis viejas zapatillas y saldré a marchar. Con mi tapabocas y un par de repuesto o para algún rebelde desprevenido. Tomaré en cuenta las recomendaciones de mi cardiólogo, caminaré a buen paso de ida y de regreso, acompañaré a otros, compartiré mis 110 kilos de rebeldía con ellos.

Saldré a marchar y conmigo marcharán muchos, saldremos indignados a marchar, saldremos iracundos a expresar nuestra justa indignación, marcharemos miles y miles de colombianos en contra de este gobierno de truculencias y abusos…

Sabemos que tienen los recursos para contener esa protesta, sabemos que no va a ser fácil, que hay que superar los obstáculos que vayan poniendo en el camino, pero tenemos el deber de hacerlo, de estar presentes, de estar ahí, de participar, de aunar nuestro grito al de todos los demás marchantes.

Me declaro abiertamente paria, mechudo, «mariguanero», encuentro más humanidad en los gritos y consignas de esos muchachos que llenan las calles, su música indescifrable, su apariencia descuidada, sus gestos solidarios, sus tambores y vuvuzelas, su esperanza viva, su desdén, su desdicha, su rebeldía y sus sueños y esperanzas, su sangre que otros riegan, su audacia juvenil, su inerme figura tras de una bandera que no los cobija, que en los ropajes blanco clorhidrato de quienes pretenden ahogar los gritos de los parias que protestan…

CARLOS FAJARDO MD

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