DISLIPIDEMIA: OTRAS ALTERNATIVAS: PRIMERA PARTE

José Miguel Parra

La alimentación jugó un papel importante en la evolución del ser humano. Una vez los homínidos bajaron de los arboles a la llanura, y se pararon en 2 patas tuvieron que cambiar su alimentación, pues con yerbas y gusanos no iban a poder sobrevivir y efectivamente les tocó comenzar desde abajo, comenzaron por romper los huesos y consumir la medula ósea de las megabestias, que era lo que dejaban los carroñeros. Paradójicamente, esa grasa les proporcionó un aumento en su capacidad cerebral. El siguiente paso fue la creación de armas a partir de los huesos y las piedras que estaban utilizando para comer, con ellas si se volvieron cazadores y de esta forma pudieron comer carne.

Pero el tercer paso y tal vez el más crucial en el camino hacia la supremacía en el reino animal y en general sobre el planeta, fue la domesticación del fuego.

Algunas especies humanas pudieron haber hecho uso ocasional del fuego muy pronto, hace 800.000 años. Pero lo que es seguro es que hace unos 300.000 años, Homo erectus, neandertales y Homo sapiens usaban el fuego de manera cotidiana. Con ello consiguieron una fuente fiable de luz y calor, y un arma mortífera contra los leones que rondaban a la busca den ellos como presas. No mucho después, los humanos pudieron haber empezado deliberadamente a incendiar sus inmediaciones. Un fuego cuidadosamente controlado podía convertir espesuras intransitables e improductivas en praderas prístinas con abundante caza. Además, una vez que el fuego se extinguía, los emprendedores de la Edad de Piedra podían caminar entre los restos humeantes y recolectar animales, nueces y tubérculos quemados.

Pero lo mejor del fuego, fue que les permitió cocinar. Alimentos que los humanos no podían digerir en su forma natural, como el trigo, el arroz y las papas, se convirtieron en elementos esenciales de la dieta, gracias a la cocción. También les permitió consumir pescado y con ello adicionar en su dieta, una grasa especial que al parecer tuvo mucho que ver con una mayor capacidad cerebral, al ingerir colesterol de alta densidad, el colesterol HDL (hoy lo llaman omega 3), también importante en el control de las grasas, la otra forma de obtener este colesterol es con el ejercicio y los sapiens sí que se mantenían en continuo movimiento.

El fuego no solo cambió la química de los alimentos, cambió asimismo su biología.

La cocción mataba gérmenes y parásitos que infestaban los alimentos. A los humanos también les resultaba más fácil masticar y digerir antiguos platos favoritos como frutas, nueces, insectos y carroña y les disminuyó el tiempo de la digestión, la masticación era más fácil y rápida, en igual forma el metabolismo. El advenimiento de la cocción permitió que los humanos comieran más tipos de alimentos, que dedicaran menos tiempo a comer, y que se las pudieran ingeniar con dientes más pequeños y un intestino más corto. Algunos expertos creen que hay una relación directa entre el advenimiento de la cocción, el acortamiento del tracto intestinal humano y el crecimiento del cerebro humano. Puesto que tanto un intestino largo como un cerebro grande son extraordinarios consumidores de energía, es difícil tener ambas cosas. Al acortar el intestino y reducir su consumo de energía, la cocción abrió accidentalmente el camino para el enorme cerebro de neandertales y sapiens.

El fuego abrió también la primera brecha importante entre el hombre y los demás animales, no solo por las ventajas antes mencionadas, sino que les permitió domesticar a algunos de estos animales y tener un plan de cacería más efectivo para otros. Se reunía un buen grupo con teas encendidas, cercaban una manada de mamíferos, por ejemplo, mamuts o ciervos y los dirigían hacia un abismo donde finalmente caían. Así conseguían toneladas de carne y una buena cantidad de cuero para sus vestiduras. Hay quien piensa que esta práctica fomentó la capacidad de crueldad que tenemos los sapiens.

Pero la cocción también trasformó las grasas. Las grasas poliinsaturadas, llamadas CIS que son las naturales y a partir de las cuales se forma el colesterol LDL benéfico, la partícula intermedia y liviana que es una parte básica, en la formación de las membranas celulares de nuestro organismo, también en la formación de hormonas como la testosterona. Con la cocción y a medida que se procesan más los alimentos se forma una grasa llamada TRAS que al ser metabolizada se convierte en otro colesterol LDL, la partícula pequeña y densa, que es la que se acumula especialmente a nivel visceral, produciendo sobrepeso en primer lugar y obesidad después. Esta partícula migra a las arterias donde es lesiva, produce inflamación en las paredes arteriales especialmente de órganos como riñón, corazón y cerebro y se va convirtiendo en lo que conocemos como enfermedad arteriosclerótica, incrementando una serie de enfermedades que han reemplazado a las infecciones y la violencia, como la mayor causa de morbimortalidad en el planeta, por lo que se considera en la actualidad como una epidemia.

Se calcula que sobrepeso u obesidad, la padecen una de cada 10 personas a nivel mundial. Se consideraba problema de países desarrollados, pero los subdesarrollados también la padecemos y las cifras van aumentando cada vez más, según las estadísticas más de la mitad de las mujeres en nuestro país tienen, al menos sobrepeso y el 48% de los hombres en igual forma (datos aproximados) estamos en mora de hacer un nuevo análisis de esta epidemia. En USA se calcula que el 10% de la población tiene diabetes, y una cuarta parte de ellos son síndrome metabólico. Uno de cada 3 adultos es obeso, y un 19% de niños y adolescentes (2-19 años) son obesos y la prevalencia va aumentando.

El problema más grande de esta epidemia es que la estrategia para disminuir esta situación ha sido poco efectiva, debido a que una vez establecida la obesidad es difícil que desaparezca, lo más que se hace es controlarla y muchas veces no se logra el cometido. Por otra parte, en muchas ocasiones, una vez se logra bajar de peso, al poco tiempo vuelve a presentarse porque los mecanismos para aumentar de peso ya se encuentran instalados en el organismo. A partir de estas grasas se desarrollan las enfermedades, principalmente diabetes e hipertensión y es necesario adicionar medicamentos para controlarlas y no todas las veces las controlan produciendo las complicaciones de la cual la más temible es el infarto de cualquiera de los órganos mencionados, Cada vez se inventan nuevas estatinas o medicamentos para controlar el colesterol y ahora la consigna es barrerlo definitivamente. Los resultados no son los mejores y el costo de estos tratamientos es cada vez mayor, así como las hospitalizaciones y los tratamientos que surgen de las complicaciones que producen.

Es necesario crear otras alternativas. En primer lugar, se está animando a la población a prevenirla qué es el modo más fácil de controlarla y por otra se deben tener en cuenta los elementos de la triada genómica en donde puede haber mejores resultados.

La obesidad es multifactorial deben tenerse en cuenta estos factores. No se puede enfocar el manejo solamente en el control del colesterol. La causa principal de la obesidad es un balance energético positivo como resultado de un aumento del aporte calórico de la dieta y una disminución del gasto de energía asociado con baja actividad física. Además de las alteraciones en la dieta y la actividad física resultante en la obesidad, las diferencias genéticas pueden contribuir a la obesidad y causar diferencias en el almacenamiento y gasto de energía. Además, las evidencias crecientes sugieren que la microbiota intestinal representa un factor importante que contribuye a la respuesta del huésped a los nutrientes.

La comunidad microbiana intestinal incluye aproximadamente 1014 clases de bacterias que residen normalmente en el tracto gastrointestinal, alcanzando un número de células microbianas que excede en gran medida el número de células humanas. El genoma colectivo de estos microorganismos (la microbiota) contiene millones de genes en comparación con los 30.000 genes del genoma humano. Esta “fábrica” microbiana contribuye a una amplia gama de funciones bioquímicas y metabólicas que el cuerpo humano no podría realizar de otro modo.

En un intestino sano hay mayor número de Firmicutes (anteriormente llamados microorganismos gram positivos) y bifidobacterias, estas últimas impiden la absorción de lípidos. En un estudio realizado del 2007 se evaluó el efecto de Bifidobacterium en la modulación del tono inflamatorio y el desarrollo de la resistencia a la insulina y obesidad. Como resultado encontraron que al añadir Bifidobacterium se antagoniza el estado proinflamatorio producido por la microbiota intestinal en respuesta a la dieta alta en grasa, que normalmente predispone a un individuo a la resistencia a la insulina y a la obesidad.

Con el aumento de peso, la flora bacteriana cambia, produciendo un aumento en los bacteriodetes (anteriormente llamados Gram negativos) quienes favorecen la producción de triglicéridos y con ello facilitan la presencia de esteatosis hepática no alcohólica, también de síndrome metabólico que tiene como una de sus principales consecuencias la resistencia a la insulina. La manipulación de la microbiota intestinal podría ser una importante estrategia terapéutica para regular el equilibrio de energía en personas obesas, diabéticas o con diagnóstico de síndrome metabólico. Se han realizado estudios en los que se administran antibióticos y se adicionan probióticos que favorezcan el crecimiento de firmicutes con buenos resultados. El problema es que una vez suspendidos se vuelve a la situación anterior. Se ha hecho énfasis en la utilización de probioticos durante el embarazo, teniendo en cuenta que de la alimentación y de las condiciones nutricionales de la madre puede definir la predisposición a la obesidad en el producto. Algunos tratamientos como la cirugía bariátrica modifican la flora bacteriana nuevamente en favor de los firmicutes. Los polifenoles del vino favorecen la producción de bifidobacterias.

Se han hecho varios estudios principalmente en ratones que confirman la importancia de la microbiota para el desarrollo de la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes. Por ejemplo, los receptores tipo Toll (TLRs) son receptores que reconocen patrones importantes en la mediación de la inflamación y la inmunidad. TLRs están presentes en mayor cantidad en las superficies celulares de pacientes con obesidad, diabetes y síndrome metabólico.

Recientemente, los investigadores han explorado el papel de la microbiota intestinal en la regulación de la resistencia a la insulina mediada por TLR. Ratones deficientes en receptor tipo toll 5 (TLR5) que reconocen patrones microbianos muestran hiperfagia, se volvieron obesos, y desarrollaron características del síndrome metabólico, incluyendo hipertensión, hipercolesterolemia y resistencia a la insulina secundaria a la desregulación de la señalización de interleuquina-1ß. Cuando se trasplantó la microbiota intestinal de estos ratones en ratones libres de gérmenes con el gen del TLR5 intacto, los ratones receptores desarrollaron características similares al síndrome metabólico, sugiriendo que la microbiota intestinal era el factor determinante de este fenotipo de enfermedad. En otro estudio, ratones deficientes en TLR2 desarrollaron obesidad, resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa, y la microbiota intestinal de los ratones deficientes en TLR2 presentaba mayor abundancia de Firmicutes y Actinobacteria y menor cantidad del género Bifidobacterium. La administración de un cóctel de antibióticos eliminó muchos de los Firmicutes y resultó en una mejorada acción de la insulina y mayor tolerancia a la glucosa. Pero también se ha visto la importancia de la microbiota en enfermedades autoinmunes como en el desarrollo de la diabetes tipo 1.

Hay unos pocos estudios en humanos que, sin embargo, confirman los experimentos en los ratones y se continúan haciendo en el proyecto microbiota humano en USA (muchos de los comentarios en este artículo son tomados del estudio). Por lo pronto los estudios más efectivos son los que muestran que la mejor manera de combatir la obesidad es previniéndola. Hay un estudio comparativo en infantes, a unos les daban dinero para comprar sus nueves y a otros los mandaban con lonchera y los resultados fueron una mayor predisposición a obesidad de los primeros. Se trata de un círculo vicioso: la dieta determina la concentración de bacterias, quienes a su vez determinan la absorción y la calidad de las grasas que son incorporadas y estas desencadenan una serie de mecanismos que conllevan a mantener el peso o a aumentarlo, resultando en la presencia o no de enfermedades como diabetes y síndrome metabólico. Por supuesto todos los otros factores que aparecen en la figura del modelo biológico, como veremos.

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