NUEVAS PERSPECTIVAS EN SALUD PARA LA CIUDAD ENFERMA

El popular refrán “Más rápido cae un mentiroso que un cojo” vuelve a demostrar su validez en el corto tiempo que lleva la nueva administración de Bogotá. Luego de cuatro años de verdades a medias y mentiras monumentales empieza a desvelarse la realidad de una administración que gastó miles de millones del erario en la inocua campaña “Impopulares pero eficientes”, en la que pretendían demostrar con maquetas la profunda transformación que habían presuntamente logrado y dejado como legado para nuestra Capital.

Nada más lejano a la realidad, los proyectos de infraestructura hospitalaria muy avanzados en términos de repartija de contratos, pero con inmensos faltantes en financiación. Los famosos “nuevos CAPS” en los que el único cambio fue el del letrero y los horarios de atención y las formas de contratación infame de trabajadores de la salud a los que ni siquiera a tiempo les pagaban sus ya menguados honorarios. Los especialistas prometidos nunca llegaron o llegaron muy pocos, se inventaron entonces las antiéticas consultas asistidas donde los especialistas juegan una partida simultánea en varios consultorios a la vez, atendidos por médicos generales.

Los mismos pacientes que continúan sufriendo las esperas angustiosas de muchos meses por una cita con el especialista, que pagan el tributo de ser ellos los tramitadores vergonzantes de sus propias remisiones de aquí para allá, de allá para acá, pues nadie les da razón, una línea telefónica, el ”call center”, tan promocionada y publicitada con ingentes recursos pero en la que tantas veces no hay respuesta a las necesidades del usuario obligándolo a acudir de puesto en puesto, de funcionario en funcionario, buscando una cita médica, el agendamiento de un estudio o una autorización. Porque no hay citas, porque hay que dejar datos para una llamada que nunca llega, el sistema no tiene la capacidad para atender a las personas, para brindarle la atención debida con oportunidad. Las llamadas llegan después que el paciente se ha complicado o simplemente la enfermedad ya le pagó el viaje de ida.

Y aquí viene otro refrán “Todo cambia, para que nada cambie”, Peñalosa y su fiel servidor Morales cambiaron todo, pusieron en marcha el sistema de Redes Integradas de Atención en Salud, una idea que se venía cocinando desde hace mucho tiempo en el Ministerio, fruto de análisis y estudios compartidos a partir de experiencias en todo el mundo por la OMS y la OPS, como una forma de ofrecer más y mejores servicios a un menor costo, integrando la infraestructura existente en redes mucho más eficientes en el gasto y eficaces en el resultado propuesto de brindar salud de calidad, oportuna y con alta tecnología a la mayor población posible, pero lo hicieron tan mal, que por el camino la eficiencia se perdió en burocracia, la efectividad se perdió en tercerizaciones perversas y la eficacia se trocó en manipulación de resultados inexistentes, todo bajo la impronta terrible de aquello en lo que recientemente el mundo nos ha destacado, la corrupción.

Hoy tenemos unas redes que funcionan a media marcha, provistas de una estructura burocrática plena de jefes, directores, subgerentes y gerentes de diversos pelambres y niveles, auxiliares, líderes, gestores y tantas otras denominaciones de lo que en últimas no son sino costosas corbatas, donde a menudo se pisan las competencias, se interfieren entre ellos y, fieles al principio físico que dice que la suma de todas las fuerzas es igual a cero, no dejan que la salud avance, que la ciudad despegue, que la gente sane.

Allí donde hay jefes y subjefes no hay suficientes médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería y los que hay trabajan en condiciones terribles de sobreexplotación, mal pagos, maltratados por la administración, por sus propios compañeros e incluso por los pacientes y sus familiares. Allí donde hay directores, líderes, gestores no hay gasas, no hay agujas, no hay tubos, los antibióticos toca cambiarlos cada segundo día pues no hay existencias (Pero de seguro habrá resistencias). Allí donde hay gerentes, subgerentes y asesores muy bien pagos, casi estrafalariamente pagos, no hay sistemas confiables de facturación ni de registro de historia clínica, no hay internet estable, la información se pierde y muchos pacientes pierden su difícilmente lograda cita pues no alcanzan a “facturar”.

Procesos engorrosos, exceso de caciques para tan poco indio, normas obstaculizadoras por aquí y por allá, historias clínicas engorrosas, nada amigables, complicadas, que no sirven al propósito de ser registro ni apoyo ni herramienta del médico sino una manera de generar cargos y más cargos al sistema, así las cosas no se hagan por falta de tiempo asignado para hacerlas. ¿Un control prenatal en 20 minutos?, ¿Un control de crecimiento y desarrollo en 30 minutos?, ¿Un control de detección de alteraciones del adulto en 20 minutos?, ¿Alguno de los “líderes” y “expertos” que hacen los formatos, a los que cada semana le agregan más y más cosas, se ha puesto por ventura a llenarlos en condiciones reales de consulta?

El estamento científico parece haber perdido la batalla ante los cobradores, la historia clínica ya no es el instrumento respetable, académico, sólido de apoyo y registro, ahora es una simple factura y es una factura “engordada”, registro de la sobreexplotación del trabajador que no se traduce en calidad en la atención brindada al usuario.

¿En qué momento permitimos que el sistema, tomado por cobradores, contadores, economistas, perdiera de vista que la relación médico paciente es una relación de contacto visual, una conversación entre seres humanos, no un interrogatorio forense plagado de monosílabos, donde la prioridad es ese par que tengo en frente y no la máquina inanimada que me lo oculta?

Ni siquiera podemos decir que “vemos pacientes” porque ya no queda tiempo ni de verlos, y lo que, por el contrario, vemos es el deterioro de los indicadores de calidad de la atención en salud, hacinamientos inhumanos y demoras de días en Urgencias, pacientes que se complican en hospitalización por no acceso a estudios o por demora en remitirlos, pacientes que se complican porque no tienen acceso una consulta de calidad, oportuna, humanizada en sus servicios ambulatorios, muchos de los cuales fueron cerrados por la anterior administración.

Uno se pregunta, ¿Para qué hacer de la facturación el propósito fundamental de la gestión en salud al punto de convertirse en un cuello de botella y una barrera de acceso al servicio? ¿Acaso no se pueden automatizar esos procesos por lo menos en aquellos casos en los que el usuario no tiene que pagar ninguna cuota moderadora? ¿Qué, simplemente mostrando su cédula, el sistema reconozca que tiene una cita y lo anuncie y permita abrir la historia clínica? ¿Que la historia clínica represente el registro real de las acciones reales que el profesional de la salud puede realizar en el tiempo que se le da para la atención? ¿Que el tiempo asignado para la atención sea suficiente no sólo para registrar lo que se hace sino para hacerlo y con lujo de detalles ante el beneficiario de nuestros actos, el paciente?

La nueva administración de Bogotá nos genera ilusión, así ha sido desde la campaña misma y, por fortuna, así continúa siendo a mes y medio de su llegada. La actitud del Secretario de Salud, Dr. Alejandro Gómez, amable, respetuosa, demostrando sincero interés y la decisión de cambiar para mejorar a partir (E incluso a pesar) de lo existente, nos llena de esperanzas. Los trabajadores de la salud, los médicos volvemos a tener expectativas, mismas que redundarán, de llegar a feliz término en una atención en salud humanizada, altamente eficaz y de exigente calidad para nuestra ciudadanía, tenemos el reto de mejorar y la administración la actitud para permitirnos hacerlo. Vamos con todo por Bogotá, con todo por la salud y con todo por la ciudadanía.

CARLOS FAJARDO
MÉDICO

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