EL TRABAJO MÉDICO EN COLOMBIA: NI TRABAJO, NI DIGNO, NI DECENTE

Dr. Carlos Fajardo       

El trabajo médico en Colombia está en crisis, es un paciente en situación crítica que no se va a salvar con paños de agua tibia; su condición requiere de un gran consenso que involucre no sólo a los médicos, a todos los trabajadores de la salud, a los pacientes, sino también al Gobierno, a la clase política y a quienes han invertido de buena fe en la salud de los colombianos.

La deslaboralización del empleo en salud a través de contratos leoninos que nos privan de la esperanza de crecer y desarrollarnos a través de nuestra labor es hoy una tragedia. La pérdida de aquellas conquistas básicas que después de muchos años de lucha consiguieron los trabajadores es hoy una realidad: perdida de la pensión, del aporte que solidariamente hacía el empleador a la salud del trabajador y de su grupo familiar, pérdida de las vacaciones, de una jornada laboral establecida, así como de capacitación continua y actualización, han herido de muerte nuestras esperanzas y aspiraciones convirtiéndonos en poco menos que unos autómatas. Hoy somos una mera herramienta para producirles dinero a manos llenas a los codiciosos inversionistas del negocio de la salud, a costa incluso de una relación médico paciente convertida en una fría y apresurada transacción comercial.

Comencemos por aclarar el juego de palabras del título de este artículo.

Definamos entonces el concepto de trabajo y empleo y tomemos lo señalado por el organismo más calificado para hablar de ello, cual es La ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT). Esta define el trabajo como: “el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen bienes o servicios en una economía, o que satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos”. Ahora bien, Virgilio Levaggi, Director Regional Adjunto de la Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe definió empleo como: «trabajo efectuado a cambio de pago mediante salario, sueldo, comisiones, propinas, pagos a destajo o pagos en especie” (9 de agosto de 2004).

¿Qué es entonces un trabajo decente?: Un trabajo decente es entonces aquel que genera un ingreso justo, ofrece seguridad al trabajador, asegura protección social a las familias, posibilita que las personas puedan expresar libremente sus opiniones, garantiza la igualdad de trato y oportunidad para hombres y mujeres y fomenta el diálogo social y el tripartismo (Trabajador, empleador, Estado).

El trabajo decente cumple con cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección y el diálogo social.  A través de estos objetivos alcanza la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal. El trabajo decente está en la base de un desarrollo sostenible; su existencia fomenta la inversión, el crecimiento y la capacidad empresarial, y a su vez contribuye a estabilizar un modelo de desarrollo con énfasis en la persona humana y la inclusión.

¿Qué es un trabajo digno?: La OIT, define el trabajo digno como aquél que genera un ingreso justo, es decir, que le permite al trabajador vivir con dignidad, a través de seguridad al trabajador o trabajadora en el lugar de trabajo, aseguramiento a su protección social y la de su familia, posibilita que las personas puedan expresar libremente sus opiniones, garantizando la igualdad de trato para hombres y mujeres. Esto se traduce en el caso de trabajo digno en estabilidad en el empleo, irrenunciabilidad a los beneficios mínimos establecidos en las normas laborales, In dubio operario, lo cual significa que en caso de controversia debe optarse siempre por la interpretación más favorable al trabajador; primacía de la realidad sobre las formas, así como garantía de la seguridad social, la capacitación y el adiestramiento. “La noción de dignidad aparece aquí como disruptiva y anticapitalista. El empleo (igual a salario) no es lo relevante, sino la forma de organización que se da el colectivo, orientada hacia el interés general.” (1).

Estos dos conceptos aparentemente se complementan ya que la noción de trabajo decente se presenta como democrática e igualitaria. Pero en la realidad la noción de trabajo decente se enmarca en el respeto a la ética del capitalismo en tanto que la noción de trabajo digno tiene un contenido y un propósito más humanista, más integral, más rebelde: El trabajo digno refleja una serie de logros históricos de los trabajadores en tanto que el trabajo decente es compatible con formas precarias de contratación.

En contraste con lo anterior la OIT entiende la explotación como el trabajo en condiciones forzosas: se trata de un trabajo no-asalariado (o sub-asalariado), trabajo en condiciones similares a la esclavitud.

La OIT, partiendo de la noción de que todos los que trabajan tiene derechos, sin importar su condición contractual, busca la reglamentación del mundo del trabajo, para poder, a partir de allí, ampliarlo. Aunque en el plano de los principios el trabajo para la OIT no sería una mercancía, en la realidad acepta que de hecho el trabajo se compra y se vende en el mercado laboral, pues es un sujeto y objeto de derecho como cualquier mercancía y por tanto es regulado como tal.

En el estudio “Trabajo digno y decente en Colombia Seguimiento y control preventivo a las políticas públicas” realizado en 2009, por encargo de la Procuraduría General de la Nación a la Corporación De Justicia, sobre las condiciones laborales del país, se logró establecer que el nivel de desempleo, la informalidad, la discriminación y el incumplimiento a la legislación, constituyen importantes problemas que derivan en que el trabajo se constituya en una situación de frustración antes que de realización personal, con una poca respuesta y capacidad del Estado en esta materia. El estudio advirtió, en términos de oportunidades de empleo e ingresos, que el aumento en el empleo reportado por datos estadísticos no ha sido suficiente y la calidad del empleo generada es precaria, predominando la informalidad, el autoempleo y el trabajo sin remuneración, evidenciándose menor participación de las mujeres con relación a los hombres y menor creación de empleo a nivel rural que urbano.

La situación reportada en cuanto al respeto de los derechos fundamentales en el trabajo no es mejor: en el país se desarrollan prácticas de sobreexplotación del trabajo, por medio de las cuales los empleadores obligan a sus empleados a desarrollar ciertas actividades distintas a las propias de la labor contratada e incluso, hay prácticas de trabajo forzoso, especialmente en zonas rurales, de trabajo infantil y adolescente (Niños y niñas entre 5 y 17 años en el mercado laboral).

Ahora bien, la seguridad social, enfrenta un estancamiento de la afiliación al régimen contributivo, mientras asistimos a un crecimiento del régimen subsidiado, lo cual muestra como los trabajadores carecen de seguridad social integral, situación que contrasta con el aumento desmesurado de los accidentes y muertes laborales en actividades informales, especialmente de minería.

En lo relativo al diálogo social, este no pasa de ser un espejismo, al igual que el manido tripartismo. Día a día se generan normas que restringen la libertad sindical, el derecho a la huelga y la afiliación a sindicatos, mientras crece la satanización de la labor sindical y gremial, así como el peligro y exposición de los líderes.

En contravía de los principios del “trabajo decente” hace carrera una tendencia a buscar y legalizar formas “más flexibles” de contratación que desconocen los logros fundamentales en materia laboral, negándose así derechos como el de tener prestaciones sociales, vacaciones y seguridad social. La precarización del empleo se presenta como una estrategia para producir más empleo, pero en realidad lo que busca es convertir al país en una gran maquila con trabajo a destajo sin una jornada preestablecida, con costos laborales reducidos, volviendo a la esclavitud para conseguir unas exiguas ganancias para el país, buscando hacer nuestro territorio más llamativo para la “inversión extranjera”.

En un artículo publicado por Fabio Arias Giraldo, Dirigente de la CUT (2) se señalan algunas condiciones que le permiten poner en duda que existe en Colombia un real compromiso por el trabajo decente y que permito transcribir:

1.    La oportunidad en materia de empleo e ingresos dignos está atravesada por una tasa de desempleo que ha estado cercana al 10 %, la más alta de América Latina. Esta cifra no tiene en cuenta la permanencia de más de 5 millones de colombianos en el exterior y más de tres millones de trabajadores que hace ya más de un año se cansaron de pedir empleo.

2.    En materia de ingresos en los últimos 30 años se ha perdido 7 puntos de participación de los ingresos de los trabajadores en el PIB. Es decir, del total de esta torta, cada vez les toca menos a los trabajadores y más a las empresas y al capital. Nos están expropiando. 7 puntos del PIB hoy equivalen a cerca de $60 billones de pesos.

3.    La mitad de los trabajadores en Colombia ganan menos de un salario mínimo mientras que valor de la canasta básica para una familia de 5 personas cuesta $1,9 millones de pesos. Es por todo esto que somos el tercero o cuarto país más desigual del mundo.

4.    En materia de seguridad social, un 64 % de los trabajadores están hoy en la informalidad, sin derechos plenos a salud y a pensión, de tal forma que sus derechos laborales contenidos en la ley y normas de la OIT son la excepción. Y muchos de los que aparecen afiliados a pensión y salud corresponde a trabajadores que por cuenta propia o con una relación contractual de carácter comercial como las OPS (órdenes de prestación de servicios) asumen el pago total de su seguridad social, dejando el carácter solidario de la misma y haciendo más precaria su situación laboral.

5.    Con las normas de flexibilización laboral adoptadas desde 1990 se ha perdido la estabilidad en el empleo haciendo más difícil mantener la seguridad social.

6.    Pese a este panorama, en la Colombia de hoy menos del 5 % de los trabajadores están afiliados a un sindicato. En la década del 80 la tasa de afiliación era del 16 %. La negociación colectiva hoy solo cobija a menos del 3 % y el ejercicio de la huelga está absolutamente restringido y estigmatizado. En 30 años de aplicación del modelo neoliberal y los TLC y la perversa combinación con la violencia antisindical dan cuenta de la regresión en estos derechos.

7.    El diálogo social tripartito, gobierno, empleadores y trabajadores, arroja un déficit terrible en nuestro accionar. En 20 años de la actual Comisión de Concertación se han firmado solo 5 acuerdos concertados y solos sobre el incremento del salario mínimo. Y uno de esos acuerdos, el del 2013, relativo a aplicarle a los pensionados la misma rebaja hecha a los empresarios de no pagar el 8 % de salud, no se ha cumplido. Así también ha sucedido con los acuerdos con los estatales sobre las ampliaciones de plantas de personal. Continúa la contratación por OPS.

8.    Sobre otros temas importantes como formalización laboral, pactos colectivos, contratos sindicales, huelgas, reparación colectiva, etcétera, se dialoga mucho, pero al final el gobierno adopta la posición empresarial.

Así las cosas, se puede afirmar que en Colombia no hay trabajo decente y menos digno y lo que queda claro es que existe una decisión de marchitamiento de la seguridad social solidaria, de informalización progresiva del trabajo, de la implementación del trabajo por horas y de la negación y desaparición de las conquistas laborales de otrora. Lo anterior sumado al aumento progresivo de la carga tributaria a los ciudadanos, a través de sucesivas reformas, mientras se generan enormes descuentos y canonjías a favor de los grandes capitales, lo que sin lugar a duda aumentará de manera importante la desigualdad e inequidad en el país.

Carlos Fajardo

*Médico, dirigente de Asmedas Cundinamarca, SIMO D.C, miembro del Colegio Médico de Cundinamarca y Bogotá.

BIBLIOGRAFÍA

1.     Luciana Ghiotto* y Rodrigo F. Pascual** *Licenciada en Ciencia Política (UBA). Magister en Investigación en Ciencias Sociales (UBA). Becaria doctoral de Conicet. Docente universitaria (UBA y USAL) **Licenciado en Ciencia Política (UBA). Becario doctoral de CONICET. Docente universitario (UBA y USAL).

2.     Fabio Arias Giraldo, septiembre 26 de 2018, dirigente de la CUT. ¿ Hay trabajo decente en Colombia?, “Las Dos orillas”

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.