EL COLEGIO MÉDICO DE CUNDINAMARCA FRENTE AL COVID-19

EL COLEGIO MÉDICO DE CUNDINAMARCA FRENTE AL COVID-19

Leonardo García Rojas.
Presidente Junta Directiva

El 6 de marzo del 2020 se confirma por parte del Ministerio de Salud el primer caso de Covid-19 en Colombia, en la ciudad de Bogotá. Esa fecha coincide con la decisión del secretario de salud de Bogotá Dr. Alejandro Gómez de llamar a que asuma la Subsecretaria de Salud Pública, a nuestra presidente del Colegio Dra. Clemencia Mayorga, y es a la vez, el momento más difícil de la historia de la salud pública a nivel mundial y nacional.

Una líder gremial, sindical y política, como siempre lo ha sido Clemencia Mayorga, frente a una situación como la que se presenta, decide aceptar el reto, justificado en dos razones, la primera, que no se puede estar toda la vida soñando y a la vez criticando, y cuando se presenta la oportunidad de poner en ejecución algo de esos sueños, la única alternativa es aceptar dicho reto; la segunda, que la trayectoria en su accionar colectivo de toda la vida, sea la que le dé la oportunidad de llegar a un cargo como este, en representación verdadera y como un respaldo del colectivo de los médicos.

El Colegio Médico de Cundinamarca aceptó la renuncia, reorganizó su junta directiva y ha convocado a sus mejores colegiados, a los más competentes, para conformar un equipo de trabajo como apoyo a la secretaría de salud de Bogotá, en el tema más apremiante, el del coronavirus.  En este momento, nos dice Clemencia “se necesitan muchas voces, muchas mentes y muchas ideas”.

Al hablar de epidemias, pandemias, catástrofes, nos recuerda que los seres humanos somos una especie más, que somos una sociedad y que debe primar lo colectivo. Es precisamente la salud pública la que orienta cómo debe ser esa relación entre la atención individual y la colectiva, la que se rige por unos principios bioéticos que son, la prevención, la precaución y la equidad.

Frente a esto, ¿qué encontramos en el sistema de salud?: corrupción, burocracia, masificación, deshumanización. El paciente se volvió un cliente, los intermediarios como las EPS se colocaron en medio del paciente y de sus cuidadores, son ellos los que ordenan cómo debe ser esa relación entre paciente y su cuidador.

En situaciones como la que vivimos hoy frente a esta pandemia, es donde aflora la contradicción principal entre EPS-IPS, entre aseguramiento y salud pública, al no atender integralmente al paciente, en donde ha hecho carrera que la única forma de resolver los problemas de salud, es ir a urgencias, generando indicadores de saturación de estos servicios por encima del 200% y han llegado hasta el 400%. Esta cultura es un peligro en una pandemia.

El reto principal es la coordinación de los actores, competencia que recae en el ministerio de salud, ¿está en capacidad de asumir ese liderazgo? ¿qué pasa si se demora? pierde la ciudadanía, queda confundida sin saber a quién exigir.

En esta primera etapa, en donde el impacto es principalmente mediante acciones comunitarias, se escucha a epidemiólogos y a expertos, que dan información soportada en evidencia, a los líderes políticos, Bogotá con su alcaldesa Claudia López, ha tomado la delantera y el liderazgo, que ha servido ejemplo a todo el país, mostrando un norte especialmente con las medidas de mitigación y supresión como, el aislamiento del infectado, cuarentena de los contactos y distanciamiento social de toda la población, medidas aceptadas por todos los Bogotanos durante el simulacro “Bogotá se queda en casa” y que sirvió para identificar muchas de las necesidades en otros aspectos diferentes a la salud, como es la situación económica de una gran parte de los Bogotanos, frente a una cuarentena,  y que ya generó acciones de intervención inmediata.

Lo difícil está por venir, es lo referente a la atención, ¿qué va a pasar después del aislamiento? Todos sabemos que las cifras actuales son las oficiales, pero no las reales. ¿Qué pasa con las pruebas realizadas hasta ahora y su seguimiento? ¿Cómo vamos a utilizar mejor nuestros recursos diagnósticos, la implementación de las pruebas rápidas y la validez de dicho proceso? ¿cómo está ese protocolo de manejo a las personas sintomáticas? ¿Cómo está la infraestructura y los recursos tecnológicos de los hospitales y centros de atención? ¿Cómo está nuestro recurso humano para hacer frente a esta pandemia?

Todo lo anterior lo encierra una frase “oportunidad de atención”, algo que nuestro sistema de salud nunca ha tenido. Iniciemos con el primer contacto, la llamada al 123 o a los teléfonos de contactos definidos por cada una de las 17 EPS, para recibir orientación de ¿qué hacer? Si ese contacto es fallido y la ciudadanía no le tiene confianza, la cultura nuestra es ir a urgencias, congestionando más estos servicios y se escucharan ordenes como, váyase para la casa, espere una visita domiciliaria, según como siga vuelva. Aparecen los triage fallidos en la demanda.

La orientación quédese en casa, no consulte a los hospitales y clínicas, tendrá que ser soportada por una muy buena coordinación y oportunidad en la teleconsulta y en la consulta domiciliaria; en la definición y coordinación de los parámetros para definir que paciente debe ser enviado a urgencias, ser hospitalizado o ser conducido a una UCI. Se requiere un seguimiento soportado en una tecnología que permita seguir a los pacientes y sus contactos. Que toda la información generada se vaya analizando en tiempo real. Nos toca aprender haciendo.

Nuestros salubristas y políticos han definido con claridad, que las medidas implementadas hasta ahora buscan es ganar tiempo, para prepararnos mejor, para aprender, para luchar con más fuerza contra el virus, para no desbordar las UCI. Estos confinamientos no resuelven el problema, únicamente al aplanar la curva frenaremos muertes y aliviaremos nuestro sistema de salud; estamos es posponiendo la epidemia. Vuelven picos de infección y puede haber nuevamente muertos.

Con relación a los trabajadores de la salud y en especial a los médicos, el Colegio Médico de Cundinamarca y Bogotá viene gestionando sus mejores condiciones laborales, que a su vez se traduzcan en mejores condiciones de atención a los pacientes y colaboró en la presentación de un pliego unificado con 7 sindicatos médicos, ante la secretaria de salud, el pasado 28 de febrero, con solicitudes como la mejora en la relación médico – paciente, la vinculación laboral a la planta de personal, el lleno de todas las vacantes, el terminar con esas Órdenes de Prestación de Servicio (OPS) y las diferentes modalidades de los llamados “contratos basura”, mejoras en los suministros y dotaciones, incluyendo la garantía de protección en bioseguridad; en el marco de un nuevo contexto político y del reconocimiento y compromiso por parte de la alcaldesa con el sector salud, esperando avances importantes, en nuestras peticiones.

Unas semanas después de presentado el pliego, los presidentes de la Alianza Médica Sindical, manifestaron que la situación de pandemia llevará a que todo el personal asistencial esté disponible. Con argumentos como:

  • No es aceptable desde ningún punto de vista, que mientras estemos en una emergencia, unos colegas estemos de permiso sindical negociando un pliego de peticiones
  • Si no nos anticipamos a la magnitud del evento que nos llega, las negociaciones no sirven para nada y se invitó a que como líderes asumamos la responsabilidad y después de esta emergencia, se retome la negociación sectorial

A partir de ese momento, todas las reuniones tienen como objetivo, el velar por la vida de todo el personal asistencial y quienes conocemos realmente el sector salud, debemos es aportar a las mejores intervenciones posibles.

Situaciones como esta, sacan nuevamente a relucir la grandeza de los profesionales y trabajadores del sector salud, a pesar de tener malas condiciones laborales, de contratación, caracterizado por un trabajo indigno, se pone por encima el bien común de la sociedad, a los intereses personales.

Abel Novoa, presidente de la plataforma NoGracias, hace unos días, escribió sobre

¿deben los profesionales sanitarios correr riesgos en la epidemia del COVID-19? y recordó a Edmund Pellegrino y su texto clásico “Physician’s Duty to Treat: Altruism, Self-Interest and Medical Ethics”, escrito cuando no eran conocidas todas las fuentes de contagio del VIH, para que nos sirviera de inspiración en estos días azarosos.

Comienza recordando que “nada demuestra mejor la ética de los profesionales sanitarios que la forma en que equilibran sus propios intereses con los del paciente o la sociedad”. Señala los siguientes argumentos para que los trabajadores de la salud no corran riesgos en la epidemia:

  • Son riesgos extraordinarios
  • Obligaciones hacia uno mismo y la propia familia pueden prevalecer sobre las obligaciones hacia los pacientes
  • Los trabajadores de la salud que contraen la enfermedad quedan inutilizados para seguir trabajando y atendiendo a otros enfermos
  • No todos son emocionalmente capaces de sobrellevar la situación
  • Es injusto que los profesionales de la salud asuman más riesgos que el común de los ciudadanos

Con base a los anteriores argumentos se cuestiona ¿si la atención en salud es igual a cualquier otra? Llámese la atención prestada por vendedor de tv, fontanero o un contador. ¿Tenemos los mismos derechos y obligaciones?

Bajo el concepto mercantilista, en donde los pacientes son clientes, ¿estar enfermo es como tener un televisor dañado? ¿Las obligaciones éticas no tendrían que ser diferentes? La única exigencia sería ser competente en el desempeño y no hacer daño. El correr riesgo no sería una exigencia. Eso es autointerés.

En los profesionales de la salud es diferente y señala 3 argumentos:

  1. La naturaleza de la enfermedad. El paciente se encuentra en un estado de dependencia, ansiedad y vulnerabilidad. Muestran sus debilidades y comprometen su intimidad física y psicológica en la relación profesional. Se necesita esa confianza, es un llamado moral para cualquiera que este en disposición de atenderlo
  2. El conocimiento de los profesionales de la salud no les pertenece completamente. Se adquiere a través del privilegio de una educación en salud (desde el proceso de aprendizaje con cadáveres hasta el cuidado con los pacientes) todo es con sujetos humanos. A los pacientes, a las subvenciones del estado, hace que los conocimientos no sean de su propiedad, los tiene en fidecomiso para el bien de los pacientes
  3. El compromiso público de los profesionales sanitarios, que tiene que ver con la razón de ser de la medicina: buscar el bien de los enfermos. Exigir garantías de cero (0) riesgo, en una epidemia o pandemia, en situación de escasez, soportada en un racionamiento equitativo, es negar la esencia de los profesionales de la salud

Igualmente señala 2 responsabilidades de la sociedad para con los trabajadores de la salud:

  1. Reducir sus riesgos al máximo
  2. Si existe racionamiento, por falta de material adecuado de protección, por ejemplo, hay obligación de distribuir las cargas de forma trasparente y equitativa

Entonces ¿cuánto riesgo hay que correr? y nos recuerda a Diego Gracia, que sobre ese tema expreso que se debe correr “un riesgo intermedio entre el que correría una madre por su hijo y el que correría cualquier otra ocupación por su cliente”.

¿Cómo operativizar ese riesgo intermedio? en el día a día:

  • En el bien común, que se refleja en el compromiso con los enfermos
  • En la generosidad, al interpretar las obligaciones
  • En la solidaridad, con el resto de compañeros y compañeras

Lo anterior nos lleva a poner por encima los lazos que nos unen, que nuestros pacientes están primero, que debemos cuidarnos los unos a los otros, en contra de la visión mercantilista dominante basada en el autointerés.

Este nivel de “excelencia” no debe ser solo para el sector salud, es el deber ser de todos los ciudadanos.

Esta pandemia del Covid-19 está cambiando muchas cosas en nuestra sociedad, incluyendo la elevación a la categoría de héroes a los trabajadores de la salud. Lo que viene es el inicio de la era de la valoración de los trabajadores de la salud. Cada día está más cerca de conseguir el reconocimiento que venimos buscando desde hace muchos años. Ese reconocimiento debe venir acompañado de un cambio estructural del sistema de salud, de la salud como negocio o mercancía, para retomar los fines de la medicina: curar lo que pueda ser curado, aliviar el sufrimiento, ayudar a prevenir las enfermedades y ayudar al buen morir.

“Necesitamos ver muy pronto el acabose de la medicina como lo venimos haciendo, por una como debe ser”

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